domingo, 5 de marzo de 2017

CAPÍTULO 49 LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA






CAPÍTULO 48,14-25
EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA, LOS DÍAS DE CUARESMA,

Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su  orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19 Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado. 24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén ociosos,  ni el trabajo les agobie, ni les lleve a huir. 25 El abad ha de tener consideración con su debilidad.

CAPÍTULO 49
LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto; 7 es decir, que  prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad.

San Benito nos presenta la Cuaresma como un tiempo fuerte, un tiempo privilegiado, durante el cual los monjes debemos dedicarnos especialmente a la lectura espiritual, para que nos ayude a preparar la Pascua. No se trata de ojear superficialmente un libro, sino que la Regla nos recalca que es preciso leerlo todo él entero y por orden.No pasar por alto lo que nos resulte aburrido, pesado o menos interesante. Como la misma vida monástica, que la debemos vivir toda ella entera, de Maitines a Completas, de la plegaria al trabajo pasando por la Lectio, si la queremos vivir en plenitud.

De nuevo, refiriéndonos en concreto a la lectura, San Benito nos da un toque de atención en relación a la pereza espiritual y material, contra la tentación de pasar el tiempo sin hacer nada o hablando, de manera que no vengamos a ser un hermano perezoso o negligente, murmurador, y que distrae o enreda, además,  a hermanos de la comunidad con una actitud siempre destructiva.

Dios no quiera que haya estas personas en una comunidad, pues, como escribe Dom Delatte, un monje que se aburre se viene a convertir en un apóstol del aburrimiento, de la pereza y de la murmuración, las tres actitudes muy contagiosas. Para san Benito esta intensidad en la lectura durante la Cuaresma no implica una carga, más bien al  contrario, la viene a concebir como un abandonarse al espíritu de la Escritura y de la lectura espiritual, de manera que todo ello nos conduzcan a ser más profundos en la experiencia interior.

“La vida del monje debía de ser en todo tiempo una observancia cuaresmal”. Esta frase fuera de contexto nos podría llevar a pensar que san Benito nos pide que la vida del monje sea una vida ascética, sin brillo, oscura, e incluso triste. Pero, para entenderla, debemos relacionarla con otra frase que aparece al final de este mismo capítulo, donde  san Benito, después de describir el ascetismo cuaresmal, nos dice que debemos vivir este tiempo “con una alegría desbordante de placer espiritual en  la espera de la Santa Pascua”.

La Cuaresma es, pues, para san Benito, un momento de alegría. Fijémonos, por otro lado, que solamente en este capítulo de la Regla encontramos la palabra GOZO,  o alegría, en una relación directa con la afirmación del Prólogo que presenta al monje como aquel  que “quiere la vida y desea ver días felices” (Prol 15).

La alegría, la verdadera alegría, no se puede alcanzar sin dificultades; ya que el camino de Cristo supone atravesar un espacio un tiempo que va de la muerte a la resurrección.

Esperar la Pascua no es solamente prepararse para la celebración de la Pascua, es estar abierto siempre al paso de Dios en nuestra vida, y la Cuaresma es el momento para esforzarse en el crecimiento de este DESEO de Dios.

Distinguiendo entre necesidad y delicia, tenemos  muchas necesidades; las tenemos en común con las demás criaturas, pero en la medida en que los seres humanos tenemos alguna característica propia, esta es el  deseo, la delicia que nos abre a lo otro; simplemente, esperando alguna cosa que solamente podemos recibir como un regalo, que es la gracia; tener  dentro el  deseo de Dios, el deseo de una participación cada vez mayor en la vida divina, en un más grande crecimiento de la semilla de vida divina depositada en nosotros cuando fuimos creados a imagen de Dios.

Todos los diversos aspectos de la vida monástica ascéticos no tienen por objeto eliminar nuestras necesidades, sino controlarlas, de manera que evitemos ser controlados por ellas, y pues, en consecuencia, crecer en nuestro deseo espiritual. Este es el sentido de la expresión de san Benito de que toda nuestra vida debe ser una Cuaresma, una preparación para la Pascua; no un tiempo para hacer cosas especiales, sino un tiempo para observar con más fidelidad y pureza la Regla, que regula nuestras vidas.

La fidelidad a la Lectio Divina, a la plegaria, al trabajo,  a respetar las comidas regulares, de manera que no comamos fuera de la horas de la comunidad, el estar presente en el refectorio con la comunidad, a no ser que estemos haciendo un servicio que no podemos en otro momento, y tantas cosas que ya sabemos que tendríamos que hacer o bien dejar de hacer.

Y todo esto sin caer en aquello con lo que acaba san Benito el capítulo: la advertencia de no caer en el orgullo y la vanagloria por nuestro valor o fervor; sino dejar todo al juicio del padre espiritual.

Hemos empezado un tiempo de conversión, un camino hacia la Pascua, cuando recordamos de nuevo que Cristo venciendo a la muerte nos regala la vida eterna. Preparémonos con la ayuda de la Escritura y de la lectura espiritual, fieles a la plegaria comunitaria, observando la Regla con fidelidad, huyendo de la pereza y la negligencia, dándonos a la oración, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. Como nos dice el Papa Francisco: la Cuaresma es un nuevo comienzo, un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu, el tiempo para renovar el encuentro con Cristo vivo en su palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El mismo  Señor nos muestra el camino a seguir. Que el espíritu Santo nos guie a realizar estos día un verdadero camino de conversión.

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